Los hermanos Wright

Volar, surcar el cielo como las aves, había sido un sueño de la humanidad desde los tiempos de la Antigüedad hasta la Edad Media. Se sabe de un sabio en España que en el año 875 se cubrió de plumas para intentarlo. Otros se fabricaron alas que ellos mismos habían diseñado y saltaron desde tejados o torres —algunos precipitándose a la muerte— en Constantinopla, Núremberg, Perugia. Monjes eruditos pusieron por escrito planes que idearon. Y en 1490, Leonardo da Vinci emprendió los primeros estudios serios; ya de niño se sentía llamado a estudiar el vuelo, afirmaba, relatando el recuerdo de infancia de una cometa que volaba por los aires y fue a parar a su cuna.

Para los hermanos Wilbur y Orville Wright de Dayton, Ohio, el sueño empezó con un juguete procedente de Francia: un pequeño helicóptero que su padre el obispo Milton Wright, que atribuía un gran valor didáctico al juego, les llevó a casa. Obra del investigador francés del siglo XIX Alphonse Pénaud, el juguete, poco más que un palo con dos hélices iguales atadas con gomas, no pudo costarle mucho más de cincuenta centavos. «¡Mirad, chicos!», dijo el obispo mostrándoles las manos, que escondían algo. Y cuando las abrió, el helicóptero salió volando hacia el techo. Lo llamaron «el Murciélago». La primera maestra de Orville en la escuela, Ida Palmer, recordaba haberlo visto jugueteando en su pupitre con unos tacos de madera. Cuando le preguntó qué hacía, respondió que estaba construyendo una máquina como la que él y su hermano harían volar un día. 

Durante el invierno del año 1903 en el remoto paraje de Outer Banks, Carolina del Norte, los dos hermanos de Ohio cambiaron el rumbo de la historia iniciando la era del vuelo con la primera máquina a motor tripulada más pesada que el aire. El vuelo duró a penas 12 segundos, pero inauguró una nueva era. 

En este interesante libro, el magistral historiador David McCullough ahonda en la inmensa riqueza de los «Documentos Wright» —los diarios personales, los apuntes y las más de mil cartas que componen la correspondencia privada de la familia— para contarnos el lado humano de una historia genuinamente americana.  David McCullough ha recibido dos veces el premio Pulitzer por Truman y John Adams, y otras dos el premio National Book Award por Un camino entre dos maresy Mornings on Horseback. Otros de sus libros más aclamados son 1776, Brave Companions, The Johnstown Flood, The Great Bridge y The Greater Journey. Ha recibido además numerosos honores y premios, entre ellos la Medalla Presidencial de la Libertad, la distinción civil más alta de la nación.


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